sábado, 31 de marzo de 2012

"FURIA DE FUEGO"


Un extraño ruido subterráneo, como de sordas explosiones se escucharon a las 3.22 A.M en ciudades y poblaciones del estado de Colima y el Sur de Jalisco. Colima, Comála, Armería, Quesería, Tecomán, Manzanillo… De Jalisco: San Marcos, Tonila, Cd.Guzmán, Zapotiltic, Tuxpan, Autlán, El Grullo, El Limón, Tuxcacuesco, Tonaya y otras.

Todas estas poblaciones, unas más otras menos, están cercanas al coloso de Jalisco y Colima conocido como “El volcán de fuego de Colima” uno de los volcanes con más actividad en el mundo… La gente que había despertado, extrañada se preguntaba que fue aquello… Después de algunos segundos de silencio se sintieron una serie de temblores no muy intensos en toda la zona.

Entonces la población salió a las calles en prevención de otros más fuertes. Por eso todos los habitantes de esos lugares escucharon el primer espantoso estruendo… Instintivamente voltearon y vieron que el cielo se enrojecía en dirección del volcán por una enorme explosión de este; una serie de explosiones menores precedieron a otra y otra, tan gigantescas como la primera… También miraron como millones de piedras de fuego de diferentes tamaños tapizaron el cielo, expandiéndose muchos kilómetros a la redonda incendiando casas y causando muerte al caer como proyectiles.

En las poblaciones más pegadas a la montaña de fuego, veían horrorizados como ríos de magma incandescente se derramaban por las laderas encontrando cauce en las barrancas como la de Beltrán y otras… Las erupciones continuaban entre chicas y grandes sembrando el terror y la muerte. En poco tiempo las poblaciones más cercanas habían sido sepultadas por piedras y lava, otras un poco más alejadas, ardían.

El panorama era dantesco… El cielo rojo y las explosiones se veían y se escuchaban hasta Guadalajara, Tepic, Uruapan y otras ciudades. También empezó a caer arena caliente como una lluvia permanente. Por su cercanía al mar, cuarenta kilómetros aproximadamente y los grandes respiraderos que tiene el volcán hacia el océano y que la mega erupción los destapó; enormes trozos de mar parecían irse a gigantescos resumideros.

Por algunas poblaciones de Colima, la gente horrorizada escuchaba el furioso oleaje subterráneo… Esto provocó que el mar se replegase muchos kilómetros, regresando en forma de maremoto tragándose poblaciones enteras. La tragedia es enorme los muertos se cuentan por miles y miles, algo sin precedentes desde que se tiene memoria.

Cuando debería de amanecer, la luz del sol no llegó y así por varios días, pues una horrorosa y oscura nube de cenizas lo cubría todo… La pavorosa explosión del volcán de fuego de Colima había sido comparable dijeron los expertos, solo a otra que había ocurrido según calculaban… 2500 años A. C.

POR: JOSÉ SILVA VÁZQUEZ

“DESPUES DE PITAR EL TREN”

Algunos decían que podía ser, otros lo aseguraban, también había quien se riera de eso. Pero los que afirmaban ser cierto, platicaban que, después de pasar el tren de pasaje de las dos de la madrugada, en su ruta Guadalajara _ Manzanillo, el cual pitaba varias veces al aproximarse a la población, y también como con mas melancolía, al disponerse a continuar su camino a la costa.

Sucedía pues que, según se platicaba, cuando el tren ya no se escuchaba por la distancia; en algunas de las calles que desembocan a la estación del ferrocarril, y sobre todo el día de muertos, y una que otra vez el resto del año. Las familias del rumbo que se encontraban despiertas a esa hora, algunos deliberadamente para poder constatar lo que se decía; escuchaban el claro taconear femenino, de una mujer que supuestamente bajó del tren nocturno, y se dirigía al centro de la población.

No faltaba algún valiente, que al paso de los tacones se atreviese a entreabrir un poco su ventana. Los más, aseguraban que lo que vieron les produjo escalofrío; en la penumbra de la calle mal alumbrada, distinguieron sin embargo claramente, la figura de una mujer vestida de negro, extraordinariamente alta llevando en su mano derecha una negra maleta.

También coincidían los valientes testigos, que a pesar de que su atisbo fue sumamente cauteloso, pues apenas dos o tres pulgadas abrieron una de las hojas de su ventana, la siniestra figura parecía darse cuenta, pues detenía su fantasmal marcha y lentamente volvía la cara cubierta con anticuado sombrero y velo, hacia donde estaban los atónitos observadores. Estos sentían indescriptible terror, ante un súbito viento helado que los invadía, y cerrando sus ventanas se ponían a rezar.

Algunos trasnochadores aseguraban también, haber visto a la mujer de ultratumba caminar con fuerte taconear, acentuado por el silencio de la noche solo roto por el ladrido de los perros, perderse en las inmediaciones del atrio de la iglesia, cerca de la gran cruz de piedra “La Cruz Gorda”, erigida por orden de los frailes franciscanos, cuando fundaron y evangelizaron el pueblo; toda esta zona del frente de la parroquia por muchos años fue panteón.

La amarga experiencia la platicaba un simpático y muy estimado “Borrachito” conocido como “El Chilitos”, que podría tener todos los defectos menos el de tonto y mucho menos cobarde. Esto ocurrió al principio de la década de los sesentas.

Al filo de las dos de la mañana, el Chilitos se dirigía a su casa al salir de una cantina que cerró. Solterón empedernido, decía no tener quien lo regañara porque llegaba tarde.

Al atravesar el jardín central, se sentó en una de las bancas de hierro forjado alumbrada tenuemente por un farol, para dar cuenta del preparado de mezcal con refresco de cola que traía consigo. Al poco rato de estar dialogando animadamente con el mismo, escuchó a lo lejos el silbar del tren nocturno que se aproximaba al pueblo, en su paso rumbo a la costa de Colima.

Por lo general en este servicio nocturno, ningún pasajero del lugar subía o bajaba, más bien ya venía ocupado desde Guadalajara, pero siempre paraba más o menos cinco minutos, tal vez por reglamento. Así que el buen amigo Chilitos, volvió a escuchar los silbidos de reanudación de marcha a Manzanillo; probablemente les deseo buen viaje a los pasajeros en amistoso monólogo…
Después, hubo unos minutos de silencio, al que siguió desesperados ladridos de perros, con lúgubres aullidos (Característicos de cuando tienen pánico) por el rumbo de la estación.

El motivo de la alarma de los canes se acercaba cada vez más a donde estaba el Chilitos, pues ahora ladraban fuertemente los perros de las casas céntricas, cercanas a la plaza de armas.

De repente todo ladrido y aullido cesó. Un profundo y pesado silencio invadió el lugar; un perro callejero pasó velozmente huyendo de algo espantoso, porque llevaba los pelos erizados; hasta un tecolote que todas las noches cantaba en la palmera a espaldas del protagonista, levantó el vuelo asustado. El silencio se hizo más pesado aún, también los grillos enmudecieron.

El Chilitos a pesar de los tragos, se percató de lo extraño del momento. Platicaba que, de pronto sintió un intenso y repentino frío, como si de golpe la temperatura hubiese bajado a cero grados; luego, también notó que una densa neblina, empezó a invadir la plaza, esta se deslizaba a baja altura, casi al ras del suelo, de Poniente a Oriente, a pesar de que no se movía una sola hoja de árbol por falta de viento.

Fue entonces que, del extremo Sur Poniente del jardín, o sea, del lado de la estación, escuchó los rítmicos pasos de una mujer con zapatos de tacón que se acercaba. Recordaba, cuando accedía a contar su historia, que una extraña sensación, mezcla de lujuria con miedo se apoderó de el.

Quizá por los efectos del vino, o porque de pronto acudió a su mente la leyenda de la misteriosa mujer del tren, sintió el cerebro pesado, como si una invisible y fuerte mano, lo obligó a clavar la mirada en el piso… Oía claramente como se acercaban los taconeados pasos.

Un fuerte escalofrío lo sacudió, y enseguida una pesadez total se apoderó de su cuerpo, cuando vio la punta de un par de anticuados zapatos negros, asomar por debajo de un largo vestido del mismo color que casi rozaba el suelo.

Quiso levantar la cabeza pero no pudo. Luego observó como la mujer, que solo veía hasta medio metro del suelo, hizo descansar un mediano velís negro de cuero. La terrible situación duró varios largos segundos, en que su inmovilidad por impotencia fue completa; dice que sintió sobre su humanidad, una furiosa mirada, que a pesar del escalofrío lo quemaban también como dos brazas.

Luego, una enguantada y larga mano, levantó nuevamente el velís, y lentamente se empezó a alejar; conforme se retiraba, el Chilitos también recobraba soltura; cuando pudo alzar la cara, vio la imponente y sobrenatural figura, de una altísima mujer vestida completamente de negro, que se dirigía hacia la colonial cruz de piedra. Entonces al parecer, todos los perros de la población, cercanos y lejanos, se pusieron de acuerdo y comenzó un ensordecedor concierto de aullidos y ladridos que duró varios minutos.

El Chilitos se puso de pie temblándole las corvas, ya no estaba borracho, corrió rumbo a su casa distante cuadra y media de ahí; cuando llegó, encendió todos los cirios y velas benditas que encontró, y tomando su rosario y un crucifico, comenzó a rezar. Cuando llamaron las campanas a misa de cinco, se sintió fortalecido; espero a que pasara la gente pues no se atrevía a salir…

Luego acompañado de varios campesinos llegó a la iglesia, donde relató todo al párroco y solicitó confesión.

POR: JOSÉ SILVA VÁZQUEZ

EL MILAGRO DEL NIÑO

Se decía que cierta ocasión, a mediados del siglo pasado, a un campesino se le malogró su labor y cosecharía puros molcates, en el colmo de su desgracia, era noche buena y no tenía ni para una humilde cena mucho menos para juguetes de sus tres pequeños hijos.

Desesperado y muy triste, por la noche acudió con su familia a la tradicional “Capilla del Niño”. Ahí le pidió al niño Dios con todo su corazón que se apiadara de el y de los suyos, sin titubeos y con mucha fe depositó sus últimas monedas en el recipiente de las limosnas; luego su esposa y sus hijitos, disfrutaron las sabrosas comidas típicas que se ofrecen a los fieles que asisten todos los años; el no tenía hambre.

Después afuera, se sentaron en la banqueta. Con enorme abatimiento pensaba en los juguetes para sus hijos y en su mala situación. Tan absorto estaba que no reparó en un niño de mirada tierna y dulce pero también muy inteligente, que estaba sentado junto a el hasta que este le dijo… ¡No estés triste, si tienes dinero pero no te acuerdas donde lo dejaste! ¡Regresa a tu casa y busca en los jarritos de la cocina!.. Muy sorprendido volteó hacia su esposa para decirle lo que le estaba diciendo aquel niño, que no comprendía como sabía su desesperada situación; pero al tratar de mostrárselo, ya no estaba, prácticamente había desaparecido, se paró y lo buscó por todos lados pero, nunca dio con el.

Le dijo a su esposa que regresaran a la casa, obedeciendo un extraño impulso, cuando llegaron se dirigió presuroso a la cocina, buscó en los jarritos y encontró un rollo de billetes. Le platicó a su mujer con gran emoción, que fue el niño misterioso que había desaparecido el que le dejó aquel dinero, y que muy claramente le dijo donde lo encontraría… Entonces ambos cayeron de rodillas al comprender que había sido un milagro del niñito de la capilla.

Se contaba que les compró juguetes a sus hijos y le sobró para emprender un pequeño negocio de venta de elotes, que con el tiempo prosperó y sus cosechas en adelante, fueron buenas siempre. Por el resto de su vida y luego sus hijos, colaboraron ampliamente todos los años con la “Capilla del Niño” para que esta hermosa tradición de Tuxpan nunca se acabe.

POR: JOSÉ SILVA VÁZQUEZ

EL DÍA QUE LLEGÓ EL TREN A TUXPAN.

Aquella hermosa mañana del cinco de Enero de 1909, desde muy temprano las gentes llegaban cada vez más y más a ese lugar conocido como “El Salatón” con una profunda expectación. Los vendedores de tacos, duros, nieve hecha con hielo del volcán, cacahuates, semillas, cañas, fruta de horno, buñuelos, charamuscas, pirulínes, borrachitos etc. Hacían su Agosto.

La mayoría nunca habían visto lo que cada vez se acercaba más según llegaban informes telegráficos. Niños, adultos, ancianos, todos volteaban nerviosos de cuando en cuando para el lado Norte, que es por donde aparecería aquello de un momento a otro.

Algunos, solo tenían una idea muy vaga de cómo era lo que esperaban ya con ansiedad. Las historias que se tejían en torno a eso, exacerbaban la imaginación de la mayoría de los ahí presentes, y que dentro de unos momentos llegaría dentro de aquello, el propio presidente de la república.

Las danzas tradicionales no dejaban de bailar vigorosamente y las bandas de música tanto de “Los Murguía” como de “Los Vázquez”, tocaban su mejor repertorio, también “La Chirimía”; desde luego sin faltar el sabrosísimo ponche de granada y de otros sabores. De pronto una serie de cohetes, cohetones y baterías, anunciaban que ya estaba muy cerca lo que se esperaba con gran emoción.

Un silbar estrepidante rasgo el aire al tiempo que se observaba a lo lejos una columna de humo, que acompañaba a la impresionante maquina de acero llamada “Tren” o “Ferrocarril”, que produciendo un enorme ruido cada vez estaba más cerca.

Cuando llegó imponente, arrojando humo como fumarolas del volcán y fuego entre las ruedas de acero, así como chorros de vapor con agua, algunos espectadores de plano corrieron. Era el tren verde olivo presidencial en donde venía el general Porfirio Díaz, presidente de la republica que inauguraba el tramo de vía Guadalajara, Tuxpan, para proseguir posteriormente hasta Colima.

La maquina arrastraba ocho vagones y el último de los inspectores, cinco de los cuales transportaban tropa y oficiales menores; en el resto viajaban el Presidente, militares de élite, parte de su gabinete, políticos y amigos personales. Lo recibieron las autoridades Tuxpanenses encabezadas por don Marciano Viera, Presidente Municipal.

Quizá los arrieros presentes, intuyeron con cierta nostalgia que su tiempo había terminado, una nueva era en la vida de Tuxpan y de todas las poblaciones por donde pasaría en lo sucesivo el tren, acababa de iniciar. La modernidad y con ella la rápida transformación de una nación, era una realidad.

POR: JOSÉ SILVA VÁZQUEZ

EL PAJARITO

“El pajarito”… Con ese simpático apodo conocía la gente a don Herminio, un refugiado español que llegó muy joven a México y después a Tuxpan, huyendo de la guerra civil de su país, en la década de los treinta del siglo pasado. El pajarito, siempre de buen humor, todo el día silbaba y cantaba en su negocio de ropa, a media cuadra del jardín por la calle Zaragoza, de ahí su sobrenombre.

Su tienda se especializaba en productos textiles para el pueblo, como mezclilla, cabeza de indio, calzones de manta, paliacates, rebozos, telas estampadas etc.

Siempre de muy buen ánimo atendía a la clientela con cordialidad y alegría… _¡Pasen con su amigo El Pajarito! ¿Que van a llevar? ¡Todo es de la mejor calidad!_ les decía don Herminio muy sonriente; además de ayudar a gente de escasos recursos a veces hasta regalándoles lo que necesitaban, por lo que era muy estimado.

Afirmaba ser originario del puerto de Gijón, bañado por las aguas del Mar Cantábrico en el principado de Asturias, así lo recordaba con nostalgia; aunque aseguraba, ahora querer mucho a Tuxpan también. Tenía hábitos muy especiales, por ejemplo, era muy pulcro, diariamente se bañaba a las cuatro de la mañana para asistir a misa de cinco. En su negocio gustaba de entretener a los niños haciéndoles sencillos trucos de magia y contarles historias de su tierra querida… Decía que frente a Gijón, mar adentro o en los acantilados, pescadores y marineros era frecuente que viesen a las mitológicas Sirenas, y mas adentro aún a enormes monstruos marinos; esto emocionaba a chicos y grandes.

El pajarito era un buen hombre, de los que dejan huella positiva en una comunidad; siempre aportaba recursos generosamente para las fiestas cívicas y religiosas de la población, suplicando no mencionaran su nombre; fue un fiel devoto del Señor del Perdón. Algunas veces trataron de asaltarlo pues en ocasiones cerraba ya muy noche, afortunadamente salió ileso y entonces procedió en lo sucesivo a cerrar en cuanto oscurecía.

Se decía que solía tener grandes cantidades de dinero en billetes y monedas de plata que guardaba entre los rollos de tela, quizá por eso los intentos de asalto. Don Herminio el Pajarito vivió solo y murió solo, acompañado únicamente por los recuerdos y añoranzas de su madre patria; pero agradecido con un pueblo que lo adoptó y lo cobijó como a un hijo. Dejó de existir en la década de los sesentas, cuando había cambiado su negocio a la esquina de la Presidencia Municipal en la calle Reforma frente al jardín; se supo que hasta entonces vinieron algunos familiares de España, quizá buscando su testamento… El Pajarito siempre manifestó su deseo de morir en su amado Tuxpan y sus hermosas tradiciones, como el lo decía… Al amparo del Cristo del Perdón…

POR: JOSÉ SILVA VÁZQUEZ

EL GUAYABAL DEL CERRO


¡En la cima del cerro del Cihuapilli existe un guayabal encantado!.. Platicaban algunas familias después de la cena. Los adultos saboreando un cafecito de olla con un cigarrillo, y los niños y adolescentes boquiabiertos por la emoción, se apretujaban sentados en el suelo, quizá en el patio de la casa o en la calle alrededor de una fogata.

Entre los misterio del cerro del cihuapilli, se dice que en la parte más alta aparece y desaparece desde tiempos inmemorables, un tupido guayabal que oculta la entrada a otro mundo o dimensión. En ese lugar viven unos seres pequeñitos, del tamaño de una botella de refresco, pero no son duendes, pues a diferencia de estos que son enanos grotescos y estrambóticos, los habitantes del guayabal parecen seres humanos que hubiesen encogido.

Que visten ropa de color blanco de una sola pieza, como pequeñas túnicas, las mujercitas son muy bonitas y que se les llegó a observar cortando guayabas, apenas podían una guayaba por individuo; luego como hormigas desparecían por pequeños huecos o túneles que estaban al pie de los guayabos.

Se hablaba de dos jóvenes que en tiempos relativamente recientes, lograron entablar amistad con aquellos increíbles seres de leyenda, y que estos los invitaron a conocer su mundo achicándolos al tamaño de ellos dándoles a beber un brebaje especial.

Estuvieron un día y una noche, cuando regresaron lo platicaron. Parecía que vivieron un sueño, pero era una realidad. Conocieron un pueblo que vivían en perfecta armonía y paz, dedicándose solo a trabajar para producir su alimento, casa y vestido. No tenían otras necesidades ni ambiciones; carecían de tecnologías avanzadas que no las necesitaban ni las deseaban pues espiritualmente estaban muy adelantados.

La pequeña población donde vivían era un dechado de simetría, amplitud, comodidad y sencillez; todos los hogares disponían de un huerto que daban extrañas y ricas frutas; las guayabas de este mundo les encantaban y era lo único por lo que salían de cuando en cuando.

No tenían leyes ni autoridad alguna pues tampoco las necesitaban. Armonizaba su coexistencia una especie de consejo de ancianos bondadosos y sabios; los cuales, platicaron a los jóvenes tuxpanenses que efectivamente, vivían en otro mundo o dimensión de las que proliferan millones en el universo; pero que solamente hay un supremo hacedor de todo lo que existe al que conocemos como Dios, y que se concibe de diferentes maneras pero que es el mismo.

Por último les dijeron que también eran mortales pero muy longevos, y que su único propósito o su razón de ser era, al morir, avanzar un escalón más para llegar al supremo creador como ellos lo concebían, ya que una de las condiciones del gran hacedor para recibirlos, es que viviesen en paz y armonía, que es lo único que con el tiempo, trae la purificación del espíritu.

Por supuesto, cuando lo contaron nadie les creyó, sin embargo la leyenda no se ha perdido del todo, seguramente aún hay quien haya escuchado de niño los fantásticos relatos de…“El guayabal encantado del cerro del Cihuapilli

POR: JOSÉ SILVA VÁZQUEZ

viernes, 23 de marzo de 2012

"UNA PUERTA DEL INFIERNO"

En el extremo norte del cerro del “Cihuapilli” hay un lugar conocido como “El paso blanco” llamado así tal vez porque en ese lugar el terreno contiene mucha piedra caliza; se dice que entre las blancas rocas, está oculta una de las siete puerta del infierno que existen en el mundo; por eso los campesinos procuraban no pasar muy noche por ese lugar pues desde siglos atrás algunos desaparecían misteriosamente, se creía que de una u otra forma el Demonio se les aparecía y se los llevaba.

Un campesino que se había quedado barbechando en su parcela hasta ya muy noche aprovechando la luna llena, y que además no creía en esas cosas, regresaba apresurando a su burro cargado con el arado y el yugo pues una tormenta se aproximaba, los rayos se veían ya caer en el cerro cuando se acercaba al paso blanco.

Quedó estupefacto al ver una enorme mansión en las piedras calizas, iluminaba su interior una luz roja amarillezca, como el reflejo de un horno; muy intrigado amarró su burro y se aproximó… Que extraño, se dijo, en la mañana no estaba.

Cuando se acercó más, escuchó una rara música, parecía que había una fiesta… Ya muy próximo al enorme ventanal, distinguió a varias elegantes parejas que bailaban; una orquesta amenizaba; se dio cuenta que todos tenían el rostro colorado como el que se da con el reflejo de un incendio.
Pero cuando se acercó más quedó horrorizado, todos los bailarines y los de la orquesta tenían patas de animales, como de chivos, cerdos, perros, vacas, caballos. Entonces echó a correr gritando, oyendo como un tropel de animales lo seguían y que se carcajeaban espantosamente.
Al siguiente día, unos arrieros encontraron al burro muerto, un fuerte olor a azufre y las huellas de pezuñas y patas de diferentes animales, pero también de huaraches de un cristiano que al parecer lo arrastraron en tramos, las cuales se perdían en dirección de las piedras calizas.

POR: JOSÉ SILVA VÁZQUEZ

"LA CUEVA ENCANTADA"

Platicaba la gente mayor, que más o menos como a la mitad del cerro del Cihuapilli, existe la entrada de una enorme cueva en la que hay un gran tesoro. El que la encuentra solo tiene dos perspectivas, o se hace inmensamente rico o se convierte en su tumba.

En la cueva está el Diablo acechando al que entra, hay monedas de oro esparcidas por todos lados. El que la busca deberá ir solo y llevar siete bestias, no más, no menos; ya sean caballos, mulas o burros, estos bendecidos previamente el día de San Antonio Abad, patrón de los animales y dejarlos afuera de la caverna en caso de encontrarla. Le estará permitido sacar solamente siete costales de oro.

Mientras lo hace sus pensamientos deberán de ser limpios, piadosos, y con intenciones de ayudar a los necesitados. Pero si está haciendo planes ambiciosos, egoístas, y se está imaginando los placeres mundanos que alcanzará con aquella fortuna; entonces la cueva se cerrará quedando atrapado.

Si logra engañar al Demonio con pensamientos buenos en ese momento y una vez afuera cambiarlos, entonces aquella fortuna solo le traerá desgracias a el y a sus descendientes por siete generaciones.

Platicaban los ancianos que una de las formas de localizar la cueva, es buscar a la mitad del cerro un sauce llorón, planta que solo se da en lugares húmedos, el árbol enseguida desaparecerá, esto será posible solamente los días siete de cada mes por la noche, una vez localizado encender siete velas benditas a su alrededor y rezar siete padres nuestros, luego permanecer muy alerta porque de repente brotará de un lugar cercano, un enorme chorro de agua que destapará la entrada… A partir de ese momento quedarán siete minutos para penetrar o se cierra, una vez adentro tendrá de tiempo para sacar los siete costales, exactamente cuarenta y nueve minutos y enseguida se cerrará.

Se dice que más de uno han logrado sacar los siete costales, para bien o para mal… Pero que también más de uno ha quedado atrapado para siempre.

Aseguraban algunos campesinos, que ellos llegaron a ver el chorro de agua a lo lejos, aparentemente de manera casual, un poco antes de oscurecer o en noches de luna llena. Estos testigos estupefactos lo observaron todavía en la primera mitad del siglo pasado… Se cree que la cueva aún existe, solo es cuestión de buscarla con las señas que decían los ancianos.


POR: JOSÉ SILVA VÁZQUEZ

jueves, 22 de marzo de 2012

"EL MUDO"

La chiquillada corrian asustados, le tenían miedo cuando caminaba por la calle con pasos largos y los pies descalzos. Era de enorme estatura, como dos metros; tez blanca cabello entrecano y vestía ropa andrajosa como sacos y pantalones que siempre le quedaban chicos. Poseía un rasgo de misterio pues cuando pasaba por la noche los perros ladraban.

El Mudo, como lo conocía la gente por padecer esa discapacidad, recorría las calles de la población en la década de los cincuentas, pero sobre todo las de Zaragoza y Ramón Corona, pues el mudo vivía en los basureros que estaban al final de estas.

Aunque no hablaba, su mirada era inteligente y escrutadora. A veces la chiquillada envalentonados en bola, le gritaban burlándose, pero no les hacía caso y proseguía su camino.

Algunas noches se veía una lumbrada cerca de los basureros, era el Mudo que la encendía quizá para calentase un poco cuando hacía frío, y que luego tenía cuidado de apagarla muy bien para no provocar un incendio. Cuando caían las fuertes tormentas, nadie sabía donde se metía para guarnecerse, simplemente se le volvía a ver al dejar de llover; algunos decían que desaparecía y aparecía a voluntad, esto era parte del halo de misterio que lo cubría.

Un día no se le vio más en los basureros ni en ningún otro lado… Dicen que en un colchón que tiraron, el Mudo descubrió que estaba forrado de billetes, los cuales empacó cuidadosamente y se fue. Aseguraban haberlo visto tiempo después en el D.F. muy bien vestido y con un magnifico automóvil; pero otros decían que era un espíritu que se alejó por algún motivo desconocido… Lo cierto es que jamás regresó.

POR: JOSÉ SILVA VÁZQUEZ

miércoles, 21 de marzo de 2012

“LA LEYENDA DE LA PIEDRA MONA”

En el Tuxpan prehispánico, los sumos sacerdotes seleccionaron a la joven más bella y pura de la población de nombre “Metzillixochitl” para ser sacrificada en honor de la “Diosa Toci”. Sin embargo el guerrero “Acohuatl” que la amaba profundamente, una noche, silenciosamente penetró a la prisión de la hermosa doncella para rescatarla; pero fue descubierto por los guardias entablándose un feroz combate en el que sucumbió el valiente joven, mientras ella huía rumbo al cerro del Cihuapilli.

Varios guerreros nahuas la persiguieron, les llevaba cierta ventaja, la vieron a la distancia como corría entre la vegetación empezando a ascender la empinada cuesta del cerro. Cuando se acercaron había desaparecido inexplicablemente; en cambio se encontraron con una enorme piedra con figura de mujer.

Los guerreros regresaron informando de aquello al cacique y a los sacerdotes, estos últimos encendieron sohamerios para consultar a los dioses, de los cuales obtuvieron la respuesta.

El Dios “Xípe” enemigo acérrimo de la “Diosa Toci” la rescató porque la quería para si mismo como esposa por su gran belleza y nobles sentimientos. Así pues, se la llevó al paraíso de los dioses, pero dejó su figura terrenal en aquella piedra, como un testimonio para los mortales de que allí vivió la hermosa “Metzillixochitl” quien ahora mora en uno de los doce cielos al lado del poderoso “Xípe”… Al paso del tiempo y con la llegada de los españoles, la roca con figura de mujer se popularizó con el nombre de… “La piedra mona.”

POR: JOSÉ SILVA VÁZQUEZ
TOMASEJO
(Una historia humana de Tuxpan, Jalisco)

Su mirada era de inocencia, incluso bondadosa, bonachona, tímida, pero también triste; vestía ropa que le regalaban, invariablemente un viejo saco y botas aportilladas, no usaba sombrero, la cara le brillaba por el calor del sol al medio día y por los alcoholitos que desde muy temprano tomaba diariamente, y que seguramente compraba con las propinas que le daban pues era muy acomedido, hacía mandados a los del mercado o barría la calle de alguna tienda; a veces hasta transportaba la carne desde el rastro a las carnicerías; se le veía que apenas podía el pobre

Tomasejo la pesada carretilla con canasta pizcadora y que era especial para este transporte.

Tomasejo era muy tranquilo a menos que lo hicieran enojar, incluso ya entrada la tarde cuando sus “Changuirongos” lo animaban a perder su habitual timidez y bailar en el atrio de la iglesia o en algún portal, sin cambiar para nada su expresión de inocencia pero también de sufrimiento, cuando se cansaba se acostaba en cualquier lugar a dormir la mona.

Había algo que lo hacía enojar mucho, con lo que deliberadamente lo provocaban algunos, sobre todo muchachos… Que le cantaran la popular canción… ¡Tomas que feo estas Etc.! Entonces con una voz apenas audible pero colérica les recordaba a su progenitora.
Pero el rasgo humano más sobresaliente de Tomás, era su inquebrantable solidaridad en todos los velorios. Invariablemente Tomasejo estaba presente y no se separaba hasta que enterraban al fallecido. Cuando el cortejo avanzaba rumbo al templo o al panteón, Tomás iba por delante abriendo camino y quitando obstáculos celosamente, como a la chiquillada por ejemplo, lo que pretendía era prestar un servicio.

Un día a principio de la década de los setentas, ya no se hizo presente en el velorio de aquella noche, la gente lo notó extrañada… Tomasejo nunca más asistiría a otro, pues su misión en esta vida había terminado. Se durmió en el quicio de la puerta de una tienda, y ya no despertó… Seguramente voló al cielo, con su mirada inocente, bonachona, pero que también denotaba un secreto sufrimiento, que sin duda Dios se lo abonó a su cuenta.

POR: JOSÉ SILVA VÁZQUEZ

“LOS GENTILES DE TIZATIRLA”

Todavía a mediados del siglo XlX, platicaban los ancianos, se podían observar en algunos puntos del río Tizatirla los últimos Gentiles. Con este nombre conocía la gente a estos increíbles seres sumamente escurridizos, difíciles de ver y que parecían dotados de una gran inteligencia.

Los Gentiles, decían los testigos, les gustaba asolearse sobre las rocas en las riveras del río, siempre nerviosos y alertas, poseían un gran sentido de percepción, al menor ruido se lanzaban al agua con enorme agilidad.

Los casuales testigos informaban que su apariencia era impresionante, de complexión muy parecida a la de un humano, poseían extremidades superiores e inferiores y parece que tenían una especie de pelo o bello acuático por todo el cuerpo que les cubría incluso parcialmente la cara, poseían un par de ojos serenos de mirada inteligente.

Los que tuvieron la fortuna de ver alguna vez a estos extraordinarios seres y que su experiencia se transmitió de boca en boca, aseguraban eran anfibios que probablemente vivían en cavernas subterráneas que se conectaban con el río.
Aunque los Gentiles eran ariscos y desconfiados, estaban muy lejos de ser agresivos. Parece que poseían buenos sentimientos pues en ocasiones salvaron vidas de gentes que se ahogaban. Los Gentiles de Tizatírla son un profundo misterio… ¿Realmente existieron?... ¿Eran humanoides?... ¿O quizás una desconocida especie animal extinguida como tantas otra? O ¿Una gran civilización que desapareció? Si es así… ¿Algún día se encontraran restos fósiles que resuelvan el enigma?

Lo cierto es que algunas personas ancianas de Tuxpan platicaban de estos raros seres que los denominaron con el nombre de “Los Gentiles”, quizá como un derivado de “Gente” y que podían verse de cuando en cuando en las riveras del río cerca de “Tizatírla” y el de “El paso de San Miguel”

Platicaban los descendientes de don Gorgóneo Vázquez, oriundo de la ranchería de “San Miguel”, que cierta ocasión venía para Tuxpan. Era a la mitad del siglo XIX. En aquel soleado medio día en tiempo de secas, el sol recalcitrante caía a plomo; cuando el joven Gorgóneo empezaba a adentrarse en las cristalinas aguas del río, asustando a las truchas y otros peces precisamente en el paso de San Miguel; llevando sus calzones de manta, sus guaraches, su ceñidor rojo, su talega con monedas de oro y plata y su verduguillo en el sombrero sobre la cabeza, con el rabo del ojo vio que algo se zambullía al agua un poco más abajo… Cuando estuvo al otro lado decidió espiar escondiéndose tras unos huisaches.

Entonces quedó estupefacto, pero también maravillado… Dos extraordinarios seres emergieron del agua y se sentaron sobre una enorme roca, espantando con su presencia a diferentes aves que levantaron el vuelo; Parecían de sexo femenino ya que se les apreciaba busto y poseían un largo pelo semejante a cabellos de elote, el cual se lo alisaban con pequeñas piedras; su piel era color verde claro como el agua. Por varios minutos el joven campesino admiró a aquellos misteriosos habitantes del río de los que ya había oído hablar. El entorno era maravilloso, aguas verdes cristalinas, vegetación exuberante, flores exóticas, aves canoras y playeras en abundancia así como infinidad de peces, entre los que destacaban las truchas que saltaban por encima del agua.

De pronto, su fino oído los alertó y se lanzaron al río desapareciendo; Gorgóneo volteo hacia el paso de San Miguel y observó el motivo de la huida de los Gentiles… Unos arrieros con su mercancía se disponían a cruzar la mansa corriente.

El enigma continuó, hasta que entró el siglo veinte con sus turbulencias y poco a poco se fue perdiendo la leyenda de “Los Gentiles de Tizatirla” Sin embargo, no faltaba algún anciano que lo recordaba y platicaba… ¡Si!... ¡Mi abuelo los vio una noche que se le hizo tarde en la parcela, había luna llena, entonces notó que algo se movía sobre una enorme piedra junto al río Etc…

POR: JOSÉ SILVA VÁZQUEZ