martes, 29 de mayo de 2012

TREN FANTASMA.

El entusiasta viajero, un muchacho que le gustaba llegar a las playas de Colima al amanecer. Como en otras ocasiones, esperaba el tren pasajero de la madrugada en la vieja estación de Tuxpan, Jalisco.

Esta vez iba solo, sus habituales amigos no pudieron o no quisieron acompañarlo. Todo estaba escueto pues, en ese servicio nocturno Guadalajara, Manzanillo, ni siquiera abrían la taquilla; lo pocos pasajeros que a veces abordaban el tren pagaban su boleto una vez arriba.

Vio la hora un poco inquieto por lo tétrico del lugar, en que solo se escuchaban en los árboles algunas lechuzas, la una y media de la madrugada; faltaba mas de media hora, por lo general pasa a las dos y quince de la oscura noche, pensó.

Acababa de hacer esa reflexión, cuando oyó a lo lejos el melancólico silbato del ferrocarril que se acercaba…

¡Vaya que extraño pita ese tren!... ¡Además viene adelantado!... ¡Que raro!...

Observó el fanal de la luz de la máquina que se aproximaba rápidamente… Y cuando estuvo muy cerca no daba crédito a sus ojos… El ferrocarril era totalmente anticuado, como del siglo diecinueve.
Iluminados los vagones interiormente, no lo podía creer… Los pasajeros, hombres y mujeres vestían muy elegantes; parecían aristócratas, pero sus finas ropas eran de antaño…Quedó anonadado cuando frente a el, a través del cristal… estaba ni más ni menos que don Porfirio Díaz… sí, no había duda; era el que fue presidente de México cuando estalló la revolución de 1910. Otro vagón iba lleno de oficiales y soldados federales.

Desconcertado, pero concluyendo que tal vez eran actores de alguna compañía teatral caracterizados con esas ropas, decidió abordarlo cuando ya empezaba lentamente su marcha después de parar cinco minutos. Entonces con resolución brincó al escalón de ascenso de un vagón con poca gente pero… Se fue de bruces quedando sobre los durmientes boca arriba, viendo estupefacto como el tren pasaba sobre el pero transparente… no era materia, era un espejismo, un fantasma… O quizá en otra dimensión era un hecho real y actualizado. Vino a su mente la teoría de Einstein y la relatividad del tiempo que en algunas circunstancias se puede manifestar, estando en el lugar y en la hora adecuada.

Recordó entonces lo que había escuchado de los ancianos. Que esa era una ruta frecuente del general Porfirio Díaz, Guadalajara, Colima… Ya se alejaba el tren fantasma con su pitar melancólico y extraño, muy extraño.

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