sábado, 31 de marzo de 2012

EL MILAGRO DEL NIÑO

Se decía que cierta ocasión, a mediados del siglo pasado, a un campesino se le malogró su labor y cosecharía puros molcates, en el colmo de su desgracia, era noche buena y no tenía ni para una humilde cena mucho menos para juguetes de sus tres pequeños hijos.

Desesperado y muy triste, por la noche acudió con su familia a la tradicional “Capilla del Niño”. Ahí le pidió al niño Dios con todo su corazón que se apiadara de el y de los suyos, sin titubeos y con mucha fe depositó sus últimas monedas en el recipiente de las limosnas; luego su esposa y sus hijitos, disfrutaron las sabrosas comidas típicas que se ofrecen a los fieles que asisten todos los años; el no tenía hambre.

Después afuera, se sentaron en la banqueta. Con enorme abatimiento pensaba en los juguetes para sus hijos y en su mala situación. Tan absorto estaba que no reparó en un niño de mirada tierna y dulce pero también muy inteligente, que estaba sentado junto a el hasta que este le dijo… ¡No estés triste, si tienes dinero pero no te acuerdas donde lo dejaste! ¡Regresa a tu casa y busca en los jarritos de la cocina!.. Muy sorprendido volteó hacia su esposa para decirle lo que le estaba diciendo aquel niño, que no comprendía como sabía su desesperada situación; pero al tratar de mostrárselo, ya no estaba, prácticamente había desaparecido, se paró y lo buscó por todos lados pero, nunca dio con el.

Le dijo a su esposa que regresaran a la casa, obedeciendo un extraño impulso, cuando llegaron se dirigió presuroso a la cocina, buscó en los jarritos y encontró un rollo de billetes. Le platicó a su mujer con gran emoción, que fue el niño misterioso que había desaparecido el que le dejó aquel dinero, y que muy claramente le dijo donde lo encontraría… Entonces ambos cayeron de rodillas al comprender que había sido un milagro del niñito de la capilla.

Se contaba que les compró juguetes a sus hijos y le sobró para emprender un pequeño negocio de venta de elotes, que con el tiempo prosperó y sus cosechas en adelante, fueron buenas siempre. Por el resto de su vida y luego sus hijos, colaboraron ampliamente todos los años con la “Capilla del Niño” para que esta hermosa tradición de Tuxpan nunca se acabe.

POR: JOSÉ SILVA VÁZQUEZ

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